La entrega.


La entrega

Esta desnudo encadenado esperando a la Dueña.
Ha pasado mucho tiempo deseándola, pero ella así lo quiere.
Se abre la puerta, la Señora entra, se acerca, le agarra de la cadena. De un tirón le atrae hacia ella. Al tiempo exclama.
¡Perro! A mis pies
No solo fue una orden para él, sino además una sucesión de acontecimientos que reafirmaron la autoridad y el dominio de la Señora.
Su lengua cae a los pies de su adorada, los lame, los masajea para terminar de cubrirlos de besos.
Otra vez una orden, esta vez debe entregarle su cuerpo, a gatas a por la fusta se acerca para entregársela a la Diosa. Le azota duro, durante largo tiempo. El cuero en la piel del siervo  su firma dibuja.
Exhausto, salido, pero dueño de su pasión a la Diosa se lo agradece.

Su virilidad no aguanta pero sabe que la castidad es innegociable, el sabe que el próximo dolor será aguantar sin derramarse. A cuatro patas la Dueña le viola. El ciego de deseo, la suplica el disfrute. Ella sincera pero cruel se lo niega.
Transpira sufre, goza, su mente le pide que cese el castigo, pero su placer le pide más.
Se arrastra, lame suplica. la Diosa niega.
Su cuerpo ya no le pertenece.
Los dedos de la Dama le abren. El duro falo le penetra. Más luego un rayo parece que el cuerpo le parte, pero su entrega, suplica más goce.
Su boca sorbe los jugos de su Dueña llevándola a un viaje de placer.
La Diosa en un mar de sensaciones se debate, pero el derramarse no puede.
Llega la noche la bella duerme. El esclavo a sus pies su sueño vela.

efe.{LL}

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