El modelo.
Recordaba cómo le contrató la profesora de la pequeña academia de pintura donde posaba. Era una mujer relativamente joven, esbelta y con una fisonomía peculiar. Sus labios rojos la daban un aspecto de mujer liberal y abierta, cosa que por otra parte no demostraba.
Con una voz dura, le interrogó sobre su experiencia para escuchar que era nula, algo contrariada y con ánimo de librarse de él le ordenó que se desnudase. Contemplándole descaradamente le adujo que posaría ante pintores de ambos sexos, que tendría que aprender rápidamente a entender que cualquier rincón de su cuerpo podía ser objeto de ser plasmado sobre el lienzo.
Los primeros días los pasó aprendiendo a inhibirse ante los pintores, escuchaba como le indicaban que se tumbase o sentase o que de determinada forma mostrara sus músculos e incluso sus genitales.
De estatura media, su cuerpo era la de un hombre ya hecho, aunque no de gimnasio, por exigencias del guion se había depilado. Según la profesora eso era lo único fácil de imaginárselo.
Aquella tarde como todos los viernes se acercó ya vestido a la mesa de la exigente profesora para recoger el sobre con sus honorarios semanales. Está le entregó su minuta, al tiempo que le consultó si podría posar para ella a nivel privado. Sorprendido, aún a sabiendas que dada la perfección de cómo la gustaba hacer las cosas sería una tortura.
Aceptó. A la mañana siguiente acudió al estudio a la hora convenida. Oyó como ella le indicaba que se desnudase, que salía ahora mismo.
Desnudo ya tardó unos segundos en verla. Ella no llevaba su bata llena de pintura, sino unos shorts rojos con una camiseta blanca a juego que dejaba libre un cuerpo más que bonito.
Debía posar primero de pie con una pierna hacia fuera en actitud relajada, los brazos a ambos lados del cuerpo sueltos.
Ella pintaba el boceto de el modelo con maestría, sabiendo como lo quería, el se sentía muy a gusto entre sus pinceles.
Se finí. Vamos a tomar un café y descansamos. Vuelven al trabajo y en ese momento ella le dice que se excite un poco, ya que quiere dar un punto de erotismo a la obra. Algo avergonzado se acaricia su pene y este toma el aspecto deseado aunque con cierta desgana.
Entonces ella con la simpatía no acostumbrada decide ayudarle. Se quita la camiseta liberando unos senos duros, equilibrados y coronados por unas aureolas obscuras en los que apuntan hacia el cielo unos pezones grandes y perfectos.
Se acerca a él y su boca recibe el miembro del modelo que empieza a tomar las dimensiones perfectas para ella.
Así está bien. Más tarde comienza la sesión en un sesenta y nueve perfecto donde sus lenguas exploran sus sexos sin pudor alguno, para terminar a horcajadas recibiendo el pene del modelo, y entre orgasmos inmensos un rio de semen la inunda por dentro.
Tumbados y exhaustos. Ella le susurra.
Quieres posar para mí.
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